ESTA CARTA ESTA DIRIGIDA A NUESTROS MAYORES
Y A LOS QUE SE SIENTEN SOLOS EN LA VIDA.
“Bueno es esperar en silencio la salvación de Dios”.
(Lamentaciones 3,26.)
Muy queridos
hermanos y hermanas mayores, el Señor os de su paz.
¿Qué tal está
vuestra salud? ¿Estáis contentos o tristes?
Nosotras estamos
bien, gracias a Dios, y porque a nosotras nos consta que rezáis mucho por las
monjitas. ¡Dios os lo pague!
Es un deseo
nuestro, el consolaros por esta carta y aliviando de algún modo la preocupación
que sentís, por la situación en la que estamos viviendo.
Desde nuestro
convento queremos llevaros alegría, esperanza y consuelo.
No olvidéis que no
estáis solos, pues nosotras rezamos por vosotros, que sois maestros en la vida,
además de modelo y sabiduría para todos nosotros. ¡Sois muy valiosos a los ojos
de Dios, y de todos los que os queremos de corazón. ¡No temáis! ¡El Señor está
con vosotros!
Repitamos todos
juntos con el salmista: “en la vejez y en
las canas, tú no nos abandones, Señor”.
¿Habéis pensado
alguna vez lo que Dios, os ama? Él dio su vida por nosotros en una cruz, para
demostrarnos lo mucho que nos quiere y ama.
Con vuestros
sacrificios, dolores, y oración estáis sosteniendo a la Iglesia, y al mundo,
pues todo ello lo unís al sufrimiento de Cristo.
Cuando estéis
solos, y sintáis la soledad, la tristeza, la angustia…dirigid vuestra mirada, y
corazón, a Jesús, que está muchas veces solo en el sagrario. Habladle de tú a
tú, como amigo que nunca falla, y repetidle con frecuencia: “Jesús, yo confío en Ti”.
En estos momentos
sentiréis lo hermoso que es estar a solas, con quien a solas nos ama, que es la
segunda Persona de la Santísima Trinidad: “Jesucristo”.
Rezad mucho por el
mundo, por vuestras familias, por aquellos que os cuidan y alimentan, por el
Papa, los sacerdotes, los religiosos, por los médicos, sanitarios, enfermos y
agonizantes. También por la conversión de los pecadores, por los que han
perdido su trabajo, etc…
Recemos todos por
el fin de la pandemia del coronavirus, y para que de muchos frutos
espirituales, -volviendo nuestras vidas a Dios-, y sembrando felicidad en
nuestro entorno.
Pedidle al Señor, le conozcáis, y que cada día
le améis más y mejor. También para que vaya preparando vuestra alma, para el
día que os llame a su Presencia; pues aunque tarde mucho, ninguno nos
libraremos de la hermana muerte corporal.
Si podéis, escuchad
Radio María. No dejéis de oírla, porque con ella sentires mucha alegría,
consuelo y compañía.
Recordad que la
oración es muy necesaria, como el comer todos los días; así antes de
despedirnos, y mandaros nuestro cariño y oración, recemos todo un Padre nuestro
y un Ave María, a nuestra Madre del cielo.
¡Hasta pronto! ¡Os
queremos!
Un abrazo, y un
beso en el Señor, y en su Madre Santísima.
Hermanas Clarisas Descalzas, de Badajoz
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