Queremos compartir nuestro fructífero mes clariano, que tiene dos partes vivenciales: celebración en nuestro templo claustral del Solemne Triduo en honor de Santa Clara de Asís, durante los días del 9 al 11 de agosto de 2022, a las 10.00 h. Presidido y predicado por nuestro apreciado Capellán el Rvdo. S. D. Francisco José Trabadela. Con sus homilías admirablemente nos acercó cada día a la espiritualidad de la Madre Santa Clara. Esta es la síntesis de los sermones de estos que nos han llenado de gozo: El predicador ha seguido de cerca la liturgia de la Palabra, en la Santa Misa: la celebración de la Palabra, la Consagración y la Eucaristía.
La imagen de Clara está representada con la Custodia, para enseñarnos el amor inmenso que le tenía a la Eucaristía. Ella tenía predilección por la escucha de la Palabra de Dios, y deseosa que los Hermanos Menores le llevarán más el alimento espiritual, que el corporal.
Nosotros nos preparamos para comer él que se hace Palabra nuestra, y es carbón ardiente que transforma nuestras vidas.
“Dichoso a quien se le ha dado participando del banquete,…” Santa Clara.
Es muy importante en nuestras vidas, el que no convirtamos la Misa, en una rutina diaria.
La Víspera de la fiesta, como ya es tradicional en este monasterio, celebramos con todo esplendor su tránsito, con una vigilia que se prolongó hasta la media noche.
El 11 de agosto, tras finalizar las II Vísperas Solemnes de Santa Clara y prosiguiendo con el rezo del Santo Rosario, recibimos en nuestro locutorio, la encantadora y fraterna visita de nuestro hermano Fr. Manuel Díaz Buiza, ofm Definidor Provincial de la Provincia de la Inmaculada Concepción.
Otra vivencia a compartir: que el domingo anterior al Triduo la lectio tuvo ecos o referencias clarianos que sirvió para adentrarse en la solemnidad y renovar la propia consagración. Para esto nos ha acompañado el Rvdo. Sr. D. José Juan Fresnillo Ahijón, sacerdote de la diócesis de Madrid, y fiel colaborador en este Boletín “Clara de Asis”, a quien le agradecemos de todo corazón su preocupación y desvelos por las claustrales.
Trascribo las mismas; pues, aunque son un poco extensa pero merece la pena para que se puedan beneficiarse de las mismas quien la lea.
Domingo XIX del Tiempo Ordinario. (Lc 12, 32-48). “Estad preparados”.
*Podemos decir que este fin de semana, es un fin de semana especial. En efecto, hoy, sábado, celebramos la fiesta de la Transfiguración del Señor, Cristo orando en el monte, uno de los iconos de la vida contemplativa. Junto a ello, el evangelio de este domingo, el fragmento del evangelio de Lucas, también tiene una importante relación con la vida contemplativa.
Así en la primera parte escuchamos: “No temas pequeño rebaño, porque vuestro Padre, ha tenido a bien daros el Reino”.
En medio de las dificultades, que no son pocas, que amenazan nuestra propias vidas, y de manera especial, la vida contemplativa y la vida claustral; esas dificultades que a veces pueden ponernos nerviosos, pueden hacernos perder la paz, hemos de sabernos ese pequeño rebaño del Señor, sabernos invitados a la confianza por el Señor, y sabernos todo eso con lo que viene a continuación, desde esa invitación a hacernos tesoros donde no se echen a perder: Un tesoro inagotable en el cielo donde no se acercan los ladrones, ni lo roe la polilla, porque donde está vuestro tesoro, estará también vuestro corazón.
Las palabras de Jesús aquí, invitando a la confianza, recuerdan aquellas palabras que Santa Clara dirige a Santa Inés, en la primera de las cartas. En esa primera carta en la cual, ella ante el inicio del propósito de Santa Inés, ante el inicio de su consagración, le dice: “Al preferir el desprecio del siglo a los honores, y la pobreza a las riquezas temporales, y esconder los tesoros, no en la tierra, sino en el cielo, donde ni la herrumbre los corroe, ni les come la polilla, ni los ladrones los descubren, ni roban, os habéis asegurado una recompensa copiosísima en los cielos, y habéis merecido dignamente ser llamada hermana, esposa y madre del Hijo del Altísimo Padre y de la Virgen gloriosa” (Cta 1, 22-24).
Nos situamos en los primeros momentos de la consagración de Santa Inés, y el ánimo que le da Santa Clara, y que nos lleva también a recordar ese primer momento de nuestra propia consagración, y penetrar en su sentido, en ese haber renunciado a todo, habiendo abrazado la santísima pobreza, y la penuria temporal como dirá en otros momentos de la carta, siendo asi esposa de Jesucristo, sabiéndonos ese pequeño rebaño del Señor.
Tras ello la invitación a la vigilancia, ese tener ceñida la cintura y encendida las lámparas. ¡Cómo no acudir aquí, desde las palabras señaladas, a esa parábola de las diez vírgenes, en el capítulo 25, del evangelio de Mateo, donde se nos muestra también el sentido de la propia consagración, ese estar con la lámpara encendida con la alcuza repleta de aceite, es decir, sabiendo que la consagración el testimonio de la propia vida, de la propia entrega, no es cosa que se improvise, no es algo que podamos aparentar! Aparentemente las diez vírgenes son lo mismo; pero en cuanto llega el momento, se ve que no es lo mismo tener el aceite que no tenerlo. El aceite, el tenerlo o no, no se puede disimular: si se tiene, se tiene. Ver desde ahí la vida contemplativa como ese progreso, como ese ir avanzando para ir llenando la alcuza de aceite, un progreso que también podéis comprobar en una lectura detenida de las cartas de Clara a Santa Inés.
Tener las lámparas encendidas, alcuzas llenas de aceite porque así el Señor nos permitirá entrar en el banquete, con las puertas cerradas, y no escuchar “no os conozco”.
La imagen del ladrón, si supiera el dueño de casa, a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Esa vigilancia para descubrir la venida del Señor, para descubrir el rostro de Dios, que buscamos dentro de la consagración, esa vigilancia para descubrirle a Él, y para mantener todo en orden, sin nada que lo altere, sin ladrones que pongan la casa patas arriba, ese reconocer nuestra propia responsabilidad.
Un último apunte sobre la realidad ética, la realidad moral de nuestra vida, es el criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes, el que no lo sabe, pero hace algo digno, recibirá poco. Al que mucho se le confió, más se le exigirá.
Nosotros sabemos qué es lo que tenemos que hacer, nosotros somos de aquellos, que se nos ha confiado mucho, ahí está nuestra responsabilidad. Una responsabilidad que nos lleva a esa escucha de la Palabra, a la que nos invita el relato de la Transfiguración, y a ponerla por obra. Una responsabilidad que no podemos dejar a un lado. Una responsabilidad que exige de nosotros la formación de la conciencia para ver siempre qué es lo que tenemos que hacer, una responsabilidad que nos lleva a la tranquilidad también de saber que el Señor, está con nosotros, y con su gracia nos sostiene y que con su gracia nos hace capaces de vivir ese compromiso que hemos adquirido.
Ruega por nosotras Santa Clara, para que en este siglo XXI, seamos signo creíble para esta humanidad que necesita de amor, esperanza y confianza como lo fuiste tú, para tus paisanos de asinienses.
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